Gay Erotic Stories

Aleleandro, Sotaventus Domine.

Esta historia es pura ficción, pero si ocurrió la acción fue en la “Tierra del Aguacate” donde el que no es puto es mayate.

¿Que le preguntaba el patrón?

Qué cual culo me gustaba más. Claro que yo, nada pendejo, le contestaba que el suyo, pues además de invitarme las chelas, él pagaba la vieja. Le gustaba verme coger con la chava y después me invitaba a metérsela a él. Al principio casi lloraba, la sentía muy grande. Pero poco a poco se fue acostumbrando. Fui chofer del ingenio por casi 20 años y de esos, al año diez lo empecé a llevar de viaje. De viaje y de viejas, aunque él casi nada más miraba. Pero le gustaba sentir mi verga recién salida del coño de la chava para metérsela por detrás.

¿Y aguantabas con la verga parada dos venidas, una tras otra?

Todavía aguanto. Pero entonces era más fácil. Yo me lo empecé a chiquitear desde que empezó de gerente, y por esos años yo tenía 26. Nunca me había cogido a un güey. Pero ya pedo y bien caliente, no fue difícil. Al jefe le gusté por machín. Cada vez que me sobaba el paquete y se iba marcando el tronco, él nada más se me quedaba viendo, viendo. Y una vez que ya no estaban los demás, fue cuando me dijo: “Pedro, vamos por una vieja y nos la llevamos pa’l cuarto”. Y ahí empezó todo. La chava era de Chiapas, chaparrita y así, medio achinada. Primero se extrañó de que entráramos los dos al cuarto, pero se portó a la altura, pues nomás estabamos dentro empezamos a fajar. Mi jefe es blanco, de esos norteños de manos grandes que te hablan recio. Pero ya con la vieja no hablaba tanto. La fue encuerando y la puso en medio de los dos. El se puso detrás y me dejó al frente. Empezamos a sobarla y entre sobada y sobada nos fuimos tocando las partes, que si mi pierna, que si su brazo, que si mis huevos, que si su culo. A mi lo que me gustó es que cuando me la estaba cogiendo, el jefe metió la mano en su vulva y la dedeó al mismo tiempo que yo la penetraba. Ahí fue cuando me agarró la verga y me estuvo tallando los huevos. La chinita nomás gemía, además de aguantarme el tronco todavía tenía que dejar que el jefe la dedeara. Cuando la chinita se vino yo empezé a soltar los mecos también. Y ahí fue cuando me excité más, cuando el jefe no quitó su mano, sino que me fue aprentando el miembro hasta que me sacó toda la leche. Todavía con la chinita en medio le apreté la cintura y el hizo algo muy raro, se me quedó viendo muy fijo y se lamió los dedos. Con los jugos de la chinita y mis mecos mezclados. A mi me dio risa y que me lo empiezo a fajar, a restregarle la espalda, a pasar mi mano con callos por sus nalgas. Ya para eso la chinita se hizo a un lado. Aprovechando que él se inclinó para tomar su cartera y darle un billete de los grandes, yo lo agarré por atrás. La chinita todavía no había cerrado la puerta cuando yo ya le estaba dirigiendo la verga al ojete de su culo. Y así me lo cogí. Con la verga húmeda de los juegos de la chinita. Al principio no le entró toda. Se veía chida su piel pálida contra mi garrote moreno. Su piel lampiña contra mis piernas velludas. Le daba topes con la punta de mi miembro pero no entraba del todo. Fue cuando él abrió sus nalgas. Así, separando los globos firmes de carne con las dos manos. Y se apoyó contra la pared. Y así, bien abiertito, fue como le metí la verga, casi de madrazo. Pero se me pasó la mano. El jefe nomás mentó madres y me dijo”No seas bruto, métela por partes”. Yo pensé que ya se había chingado la cosa, así que bien zonzo, me quedé quieto. Pero el dijo “No mames Pedro, no hay pedo. Síguele, total, así perdió el diablo” y que se deja ir contra mi verga. Se siente diferente, el chiquito de macho como que te sabe más. El jefe apretaba chido y estaba suavecito, suavecito de sus partes. Se meneaba rico, mejor que la bruta de mi vieja, que nomás parecía de trapo. En cambio el jefe le ponía entusiasmo. Primero gemía y cuando le entraba más, casi lloraba, apretando fuerte su culo. A mi eso siempre me gustó, que me exprimiera la verga un culo sabroso. Esa noche empezamos bien. Yo le fui lamiendo el cuello y la espalda mojada de sudor, al mismo tiempo que me lo cogía. Después supe que eso le encantó. Lo fui besando por atrás y lo sostenía por en medio para irmerlo cogiendo, así, sin prisas, despacio. Hasta que él se vino. Le ha de haber gustado porque no se tuvo que sobar nada para venirse. Fue así, nomás de que me lo estaba agasajando al mismo tiempo que se la dejaba “Irene”. Y se vino a chorros. Yo me corrí dentro de él. No tanto como cuando estaba con la chava, pero si me vine. Fue cuando estaba medio adormilado, cuando lo tenía todavía abrazado, así atenazado con él que me dijo: “Se me hace Pedro que ya no vas a andar moviendo camiones de caña, mejor me chofereas a mi”.

Así que le choferé 8 años. Se portó muy bien. Me ayudó a comprar la casa donde llegué con mi hija de 12 años, una casa con suficiente terreno, aquí a la entrada de Nopaltepec. Bautizó a Ricardo, la “Rata”, el mayor de mis nietos, pues la “Güera” quedó panzona muy joven.. Y cuando se fue de la empresa saqué un préstamo con su aval para poner la tienda. Por eso después nada más aguanté 2 años y mejor dejé el ingenio. Ya afuera, convertí la tienda en cantina. No me gustó ser nada más chofer. Me gustaba más ser “guachoma”.

¿Qué es eso de “Guachoma?

Guarura, Chofer y Mayate. Todo en un solo paquete.

Al este del Citlaltépec. Septiembre, 2009. sotaventus@gayemail.net