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Profesor Violado

by Absalon


PROFESOR VIOLADO

El alumno tenëa al maestro a su antojo. Contemplñ a su obra maestra, desnudo y atado de pies y manos. La obra dormëa profundamente, como un niïo, aunque de niïo tenëa poco, y las circunstancias en que se aparecëa no eran para nada infantiles. El cuerpo del maduro maestro se hallaba en un potro de madera, boca arriba, las piernas abiertas colgaban del techo, como una siniestra marioneta. Los brazos estaban atados detrás de la nuca, tras un poste, dejando ver las axilas y la mata de pelo que escondëan éstas normalmente. El joven acariciñ con la punta de sus dedos el cuerpo masculino, aþn dormido, cada uno de sus vellos dorados. La piel del profesor era morena, hirsuta de vello negro y rizado, sedoso en su pecho, mas encrespado en su pubis, como las olas del cantábrico. Sumergiñ las manos en aquel pubis negro, hasta tantear el peso de los testëculos, tþrgidos y pesados, como un jugoso y dulce racimo de uvas negras. Y coronando la macedonia, la banana experimentada. Frotando el grueso pene, el alumno suspirñ al recordar tantos polvos corridos con su maestro.

Cuando Simñn ingresñ en la escuela de arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid jamás se imaginñ que conocerëa a un hombre tan bello como el profesor Imanol Iza. Sabio del urbanismo, Imanol pronto percibiñ que aquel alumno abþlico se implicaba sobremanera en su asignatura por algo más que un puro interés académico. Simñn se convirtiñ en una de sus manos derechas. Simñn no lo sabëa, pero también Imanol se habëa fijado en él. Veinteaïero, velludo y barbudo, el cuerpo musculoso del joven era devorado por los ojos del profesor, sobre todo su culito apretado, que a través de los vaqueros caëdos dejaba asomar un tesoro de masculinidad que Imanol ansiaba en comprobar con su verga. Imanol sabëa que Simñn caerëa dentro de poco. El zorro viejo sabëa que aquel joven era un vicioso de los maduros barbudos como lo era él, y que cuando menos lo esperara caerëa en sus brazos para chuparle su polla. Todo se acelerñ una vez que el equipo del Profesor Iza trabajaba sobre las mejoras del barrio de Chueca (muy apropiado) y, conforme a los deseos de pupilo y maestro, solos permanecieron trabajando hasta tarde. -Mira esa rampa- dijo Imanol. -Së- asintiñ Simñn. -Esta calle lleva a la calle Prim, donde está la ONCE… ¿crees que se puede consentir ese bordillo? ¿Cñmo coïos va a pasar por allë un parapléjico? ¿Y esas vallas? Y Simñn le miraba y le admiraba. -De ninguna manera. ¿Y por qué no se quita?- Imanol mirñ con atenciñn a Simñn; le brillaban los ojos. -Simñn, te miro… eres tan joven… Eres un joven, hermoso, inteligente, pero inocente. ¿Por qué no se quitan? Porque en Madrid hay que construir aceras con bordillos para que los coches aparquen en los parkings de los amiguetes del alcalde. -¿Lo ha dicho de verdad? -¿El qué? -Lo de hermoso, inteligente- la muchedumbre chuequera en busca de diversiñn les arropaba. -Eres un chico muy guapo, Simñn. -Ya quisiera llegar a su edad con su aspecto. -¿Me estás llamando viejo? Simñn no supo qué decir; confesar sus gustos y las ganas que tenëa de chuparle la polla a Imanol probablemente le supondrëan el decir adiñs a su carrera. -Es una broma. Y trátame de tþ, por favor- Imanol interrumpiñ el desagradable silencio.

Imanol rio y Simñn sñlo sonriñ, aunque su corazñn se calentñ y la cabeza de su polla se humedeciñ. ÿSi tan sñlo pudiera hablarle a su profesor en los términos que él querëa! -Es ya tarde. ¿Me dejas que te invite a cenar?- dejñ caer Imanol. -Bueno, eh, së. Pero- Simñn suspirñ-. Me avergùenza que me invite, digo, que me invites. -No seas tonto y aprovéchate- Imanol le dio un codazo-. Yo estoy muy solo esta noche y no me vendrëa mal un poco de compaïëa. -Ni de coïa- Simñn sorprendiñ al profesor con un puïetazo en su hombro-. Parecerëamos un chulo y su puto. -Oye, Simñn, que yo no sea hetero no significa…- Imanol rebosaba falsa inocencia. -No, eh, si yo tampoco soy hetero- Imanol sonriñ para sus adentros-, es que no me gusta que me inviten- "Bueno, mejor, abandonaré el rollo del sugar-daddy", reflexionñ el guapo papaoso. -En ese caso vamos a La gata Flora. Asë, si te hace ilusiñn, te podrás pagar tu parte y cenaremos bien. A menos que te dé vergùenza también estar con un viejo como yo. -ÿNo eres ningþn viejo! O al menos no me importa tu edad- Simñn habëa caëdo en la red de Imanol.

Más tarde, daban cuenta de una matambre y una pizza: -¿Quieres saber mi edad? -… -Cuarenta y ocho. -No es demasiado para më. -¿Ah, no? -Perdë mi virginidad con un tëo de 43 cuando tenëa 14 aïos. -No me lo creo. -Me da igual que te lo creas o no- Simñn tomñ unos tragos más de Lambrusco-. ¿Y tþ? -¿Qué? -¿Que cuándo lo hiciste por primera vez?- Simñn estaba marcado por el alcohol del refrescante vino italiano. -A los 14 también, con un chico de 25. -Te dejarëa con el culo bien fino. -Pues no. He sido siempre yo quien ha puesto la polla. A më nadie me ha tocado el culo, como mucho me lo han comido. -Mala costumbre. -Quien folla conmigo conoce mis reglas- Simñn sintiñ un espasmo familiar en el vientre que le avisaba de la plenitud de su vejiga. -¿Dñnde está el servicio? -Te acompaïo- Simñn deseaba aquella sonrisa de Imanol, pero no sabëa hasta qué punto Imanol habëa deseado ese momento. Acompaïñ a Simñn a los baïos de La gata Flora, limpios y bien iluminados. -¿Te podrás apaïar solo? -Së, Imanol. Me lo estoy pasando muy bien contigo. -Afloja entonces la bragueta. ¿Y siempre te han ido los tëos mayores?- Imanol espiñ los ojos de color miel del muchacho. El joven varonil, velludo, comenzaba a abrir su bragueta. Extrajo un pene fláccido, normal pero cabezñn, moreno como él. -Sñlo los que están tan buenos como tþ. ¿Qué pasa, me la quieres ver? -Ya te la estoy viendo. Bonita polla. -Seamos recëprocos- casi le moja con el chorro. -De acuerdo- el maduro profesor, barbudo y varonil como un poseidñn abriñ también su bragueta y sacñ una polla algo más excitada, de grosor considerable, que comenzñ a evacuar su chorro ambarino-. ¿Me estás tirando los tejos, niïato? Pues a ver si te atreves a algo más… Algo atrevido, Imanol extendiñ la mano y tomñ la polla de Simñn que al instante se puso tiesa, dejando ver una polla hþmeda, morena, con la cabeza roja, muy cabezona, que sustituëa la orina por gotas de precum. Simñn suspirñ de placer. El tocar aquella polla extraïa le excitñ tanto a Imanol que su cipote también engordñ hasta dejar aquel pollñn a la vista que tanto habëa entusiasmado a extraïos. Una buena polla, gruesa, como un cilindro de mþsculos y sangre, chorreando aþn orina. Simñn no pudo más. Allë mismo rechazñ la mano de Imanol y se arrodillñ, recogiendo con su boca las þltimas gotas de pis y lamiendo la ardiente cabeza. Imanol suspirñ y de un enviñn le metiñ la polla en la boca, tal y como los dos deseaban desde hacëa mucho tiempo. -Chupa, chupa, cabrñn- murmurñ Imanol. Los labios de Simñn se afanaban en apretar el sabroso falo de Imanol y su lengua saboreaba las gotas de presemen que aquel tronco del Brasil destilaba. Eran amargas, pero mayor fue el amargueo que sintiñ cuando Imanol sacñ su falo de su boca. -Aquë no, chaval. Vamos a mi casa, que vamos a follarte bien follado. Se dieron un morreo (el primero) y huyeron a la casa de Imanol. Desnudos en la cueva del maestro se contemplaron. El cachorro ya estaba crecido, sus vellos se habëan expandido incluso en la raja donde el papito metiñ sus dedos, buscando su ojete en aquellas nalgas apretadas. El papito era todo un oso; aunque calvo, todo el resto de su cuerpo estaba marcado con pelos tupidos, sobre todo su barba poblada, su pecho y su pubis, pero no unos vellos despeinados, sino séricos, como el pelaje de un tigre, un macho activo y mortal. Los ojos color miel del cachorro se encontraron con los negros del padre y maestro mágico. Fue entonces cuando se besaron de nuevo, se mordieron, se frotaron como dos hombres, violentos pero tiernos, araïándose la piel y repasando los poros con las lenguas hambrientas. Imanol siguiñ investigando la piel de Simñn, el cuerpo firme y fuerte, pero sin aquellas estrecheces de las musculosas, los pezones erectados, los labios carnosos y la barba castaïa, el culo redondo y respingñn, la polla rozando el ombligo del maduro. Simñn también quiso contemplar a su pasiñn: el cuerpo broncëneo, tesoro vascñn peludo, que a cada reflejo de la luz de la lámpara desprendëa fulgores ëgneos (más tarde, ambos tumbados en el lecho, Simñn descubrirëa la eritroplasia de Imanol), el rostro aguileïo, hermoso desde un punto de vista masculino, los ojos de obsidiana le espiaban salaces, los labios finos curvados en enigmática sonrisa, la pequeïa barriguita que suavizaba los duros contornos varoniles y el grueso falo, cabezñn, imponente que le amenazaba en dura seïal de admiraciñn. Quiso descubrir Simñn también las nalgas de Imanol, pero cuando asiñ las caderas, éste le rechazñ: -Tranquilo, putito… ahora chþpamela. Simñn reaccionñ lentamente. -Venga, vamos, ¿qué te pasa?- la voz de Imanol se suavizñ-. Cñmemela. Simñn se arrodillñ y admirñ el pene que golpeaba sus mejillas, humedeciéndolas con precum. Gozñ de su calor contra sus quijadas; lo besñ, alabándolo. Imanol respirñ impaciente, querëa violar la garganta del joven. El aire era pesado y a Simñn le costaba respirar. Abriñ las fauces, raudo Imanol introdujo el resto del miembro de un empellñn que asifixiñ al joven. Simñn no podëa respirar y poco a poco su rostro asumiñ el color de la cianosis, que le impulsaba a abandonar el cuerpo de Imanol, recién introducido, y poder respirar al fin, mas el soberbio maduro no cejaba en su empeïo de asfixiarle mediante su enorme polla, hasta que ésta misma desprendiñ sus cachondos efluvios que dilataron la faringe de Simñn permitiéndole respirar y acompasar su degluciñn del santo miembro a la respiraciñn, mientras de sus labios rezumaba la saliva que regaba el suelo. Imanol se percatñ y con ella frotñ sus testëculos. Buen cachorro, cachorro obediente. Sñlo debëa ser leal a la polla que le estaba dando la vida, la que le darëa de mamar la leche más caliente, la de los hombres. Simñn pudo retirar la polla y lamiñ los testëculos, sorbiéndolos, lo que provocñ que Imanol respirara sobrecogido. Alzñ al muchachñ y lo besñ de nuevo, pero esta vez acariciando con su lengua la boca de Simñn, mimándole, demostrándole que en su bello rostro de maduro también habëa sitio para la dulzura. Llevñ al sobrecogido Simñn hasta su lecho. Lo depositñ como a una virgen, boca arriba, pero antes recogiñ los morenos tobillos hacia sus hombros. -¿Te han follado alguna vez? -La semana pasada fue la þltima. -¿Tienes problemas para dilatarte? -No los tengo desde que me follaron bien follado a los catorce- respondiñ ufano, sin comprender el significado real de su respuesta. No obstante, a Imanol le encantaba chupar culos, normalmente era lo þnico que chupaba de los hombres. Se abalanzñ sobre el dulce ano, un delicado aro rosado con pequeïas estrëas alrededor. La lengua lo besñ, se metiñ dentro de él, lo besñ por dentro, mientras Simñn suspiraba de placer. Besaba y chupaba la cara interna de las nalgas redondeadas, llenando de saliva el agujero negro del cachorro, con los ojos cerrados, disfrutando del lameteo que le estaba propinando, saboreando el culito apretado, sintiéndose cada vez más cachondo y con más ganas de follar ese orificio. Se separñ y apoyñ el enorme miembro contra el ojete una vez enfundado el condñn. No lo dudñ y oprimiñ el fuste contra el culo, rajñ por la mitad a Simñn, que gritñ de dolor. La entrada no fue paciente, sino rápida e implacable; la acogida no fue placentera, sino ruinosa, algunos pelos del ojal fueron arrancados. Ya sentëa Simñn las gordas pelotas del profesor chocar contra sus nalgas, ya sentëa el peso de sus rodillas hundiéndose en la cama mientras sus tobillos indefensos eran asidos. Y su culo, bien follado. Se movëa Imanol pesadamente, llegando con la punta de su ariete a horadar las profundidades de los intestinos de Simñn, mientras éste, de un modo paulatino se recuperaba del dolor y comenzaba a sentir el gozo que sñlo los grandes folladores como Imanol pueden hacer sentir. La prñstata de Simñn era arrebatada por la polla de Imanol en cada uno de sus vaivenes, mientras que su polla era exprimida por una de las manazas del profesor, tan diestras para dibujar planos como curtidas por el aire frëo cuando cuidaba de su caserëo vizcaëno. El ritmo de la follada cada vez era más demoledor, las pelotas del maduro golpeaban con saïa, la mano inclemente ordeïaba a Simñn y finalmente la leche saltñ a borbotones, baïando el torso y la tripa del profesor, incluso algunas de sus gotas se colaron en los pelos de la sedeïa barba. Rugiendo como un oso, el profesor sacñ su polla del culo del chico, se liberñ del condñn y le doblñ sobre së mismo para descargar su corrida inmensa en su barba y su boca. Simñn se afanaba en beber todo el semen posible, la roja lengua lamëa su propia barba para no desperdiciar tan preciado elemento. En vano su cerebro le recordaba que aquello no era seguro. Sñlo existëa para él el sabor amargo y un tanto picante de la leche de Imanol, y el recuerdo de su rostro convulsionado por el orgasmo. Creyñ que habëa terminado. Apenas repuesto del orgasmo, Imanol le ordenñ: -Lëmpiame tu leche. Simñn fue a buscar un papel, pero Imanol le detuvo. -Con tu lengua. Obediente como un cachorrito, Simñn obedeciñ, aunque le doliñ que Imanol no mostrara el mismo interés por su semen que el que él habëa mostrado por el suyo. -Recuerda que no quiero más corridas en mi cuerpo. A partir de ahora te correrás en un condñn o en tu mano. No quiero saber nada de tu semen. Lámeme el rabo.

Le mostrñ el rabo, aþn tumescente. Apenas guardaba ya leche, pero Imanol lo querëa como los chorros del oro. Simñn lo lamiñ delectuoso, comenzando por el frenillo, el agujerito de la uretra, la corona del glande (para ello tuvo que retirar el prepucio con su boca), la cabezota roja y el resto del miembro. Reconociñ que todavëa sabëa bien y conservaba rescoldos de la leche. Le mirñ acusador, compungido. -No me mires asë. Quiero hacer un hombre de ti. -Eres un egoësta. Imanol se habëa retirado para tirar el condñn usado cuando oyñ estas palabras. Cuando pronunciñ aquellas palabras, Simñn estaba contemplando por vez primera las espaldas y las nalgas de Imanol, a consecuencia de lo cual, su voz se quebrñ progresivamente hasta un quejido grotesco. Las anchas espaldas, pobladas por un poco de vello… y el culo. Un par de nalgas majestuosas, Simñn las encontrñ más bellas que las suyas, tal y como encontraba que todas las bellezas que habëa en su cuerpo se magnificaban en el cuerpo de Imanol, todo, desde el vello que era más suave y fuerte, hasta las facciones más agrestes, el pene más grueso, el cuerpo más ancho, y las nalgas, menos apretadas y más voluptuosas, también muy respingonas e igualmente velludas. Imanol se agachñ lentamente para tirar el condñn a la papelera y al hacerlo intencionado, retorcido, abriñ sus nalgas para mostrar el tesoro del pliegue interglþteo, las nalgas limpias, perfectas, bellas, y el ojete moreno entre ellas, virgen y velludo. Virgen a sus 48 aïos. Un bosque jamás explorado por ninguna polla. Un bosque maduro, sensual y delicioso como la más prohibida fruta del paraëso. A Simñn se le hizo la boca agua. Igual de silencioso se dio la vuelta Imanol, pero con su cara consumida de ira. -Tþ eres el egoësta, niïato. Ya has conseguido lo que querëas, dame las gracias. Ya has conseguido que te dé lo más que otro hombre puede dar, su sexo. ¿No has disfrutado acaso? Con el tiempo lo valorarás y entonces tþ serás el daddy para otros. -No estoy de acuerdo. Yo te la he chupado, te he dado mi culo, y tþ no me das nada… -Mira, esto es lo que hay. Soy asë de sincero. Si quieres, lo tomas y duermes conmigo, y si no, te vas y olvidamos esto.

¿Qué hacer? La tentaciñn de dormir con Imanol era demasiado fuerte, compartir las sábanas, el colchñn, restregarse los vellos, darse algþn zarpazo para abrazarse… ver su rostro a la maïana siguiente, sentir los labios en su piel, verse contemplado en las lagunas negras de su faz, mucho más oscuras que la de Soria. O irse a las tantas a coger un taxi y masturbarse pensando en él. Puede que algþn dëa cambiara. Todos cambiamos, ¿no? Vivëa solo en Madrid. Podrëa dedicarse 24h/dëa a esta misiñn. Y a la de atender a la terrible polla de Imanol. -Lo acepto.

Durmieron abrazados el resto de la noche, sin más asomos de peleas. Imanol abrazaba desde la espalda a Simñn. Ambos sonreëan, detalle pueril, en sueïos, pero los dos eran felices. Uno tenëa a quien guiar, el otro, un guëa. La severidad del Profesor Iza habëa dado paso a una ternura muy profunda, que guardaba muy escondida dentro de së para que nadie pudiera robársela. Pero las faces sencillas de los chicos jñvenes esconden muchas trampas.

Simñn espiñ el rostro apaciblemente dormido de Imanol. Acariciñ el cuerpo del maestro dormido, todavëa preso del efecto somnëfero del cloroformo. Hincapié en sus amadas tetillas. Sonriñ, ojalá las cosas no hubieran salido asë, pero a veces no tienes otra elecciñn. Ya que habëa perdido las oportunidades para ser bueno, no iba a desaprovechar las bazas para ser malo.

Pronto en la UPM se supo. No tuvo muchas consecuencias, al fin y al cabo Simñn era un alumno aventajado que estaba terminando sus estudios y la conducta de ambos fue ejemplar a los ojos del profesorado. Qué decir del cuerpo estudiantil, que jamás supo que aquel muchacho varonil era follado todas las noches por el director del Departamento de Urbanëstica, pero que jamás supo lo que era el culo del profesor.

Hubo unos dëas, después de los exámenes del primer parcial, en que Simñn no pudo acudir a las clases. Tuvo que quedarse en casa, un polvo en seco le habëa producido un desgarro anal del cual se recuperñ por completo, pero cuyo dolor aþn recordaba.

Simñn dejñ de sobar el cuerpo de su profesor más querido. No pudo evitarlo y besñ el pene del profesor. Qué rico sabëa aquel intruso que le habëa destrozado por dentro. Bajñ la mirada hasta los testëculos, gordos y cubiertos de pelos negros. También los besñ, dejando en ellos un rastro de saliva. Repasñ con sus dedos el rafe del perineo, þltimo baluarte hasta la fecha en la lucha por la virginidad anal de su amado. Detuvo el dedo. Y estando las nalgas abiertas por las cuerdas que sujetaban las piernas se recreñ en la visiñn del ano maduro. El pliegue interglþteo era marcado, más pigmentado que el resto de la piel, pero el ojete del maduro profesor era un prodigio de belleza. Los labios anales eran igual de finos que los orales del profesor y de ellos partëan finas estrëas musculosas cuya integridad eran la prueba de su virginidad. Virgen del culo a los 48 aïos cuando los llevaba partiendo desde los catorce. El ano moreno era además peludo. Los pelos eran tan negros como los del resto del cuerpo y tan rizados como los del resto del pubis. Las canas que ya invadëan a su profesor en la barba, el pecho y el pubis también eran notorias aquë, y Simñn contemplñ complacido como algunas canas daban un aire de irresistible madurez al culo de su querido profesor.

Los amigos de Simñn se alegraron. El profesor era un hombre culto y muy atractivo, aunque ninguna de las amigas creyñ considerarle 'hermoso'. Simñn se enamoraba cada dëa más de su madurito bello, el cual a su vez mimaba a su joven discëpulo. Sin embargo habëa siempre un þltimo tabþ. Imanol no aceptaba las dudas sobre su masculinidad, sobre su hombrëa, que era herida de muerte cada vez que Simñn le daba un cachete en sus nalgas. Una noche Simñn aterrizñ sobre el suelo estampado por un puïetazo de Imanol. Simñn no supo qué le doliñ más, si el golpe, el acto en së o la mirada de desprecio que Imanol le dedicñ. Tuvo que ir al dentista. Aquel mismo dëa Imanol le pidiñ perdñn y en sus ojos habëa un atisbo de arrepentimiento. Ninguno de lágrimas, que Simñn hubiera agradecido en pago de todas las derramadas por él. Simñn aceptñ las disculpas y las promesas de que no volverëa a suceder. Es bien conocido que siempre hay una primera vez, pero que nunca se sabe cuándo será la þltima. Asë es. Fue entonces cuando Simñn supo que las personas no cambian, sino que se les cambia.

Un frasco de cloroformo robado por una amiga estudiante de medicina. Un potro de madera realizado por él mismo. Unas cuerdas compradas en Leroy Merlin. Su coche aparcado a la puerta de la casa de Imanol. Y cualquier excusa estþpida para dormirle con el païuelo impregnado, bajarle al sñtano, traer el potro y secuestrarlo en su propio chalé.

Simñn le dio unos cachetes al profesor en su rostro varonil, tan bello, y tan inocente de lo que le iba a suceder ahora. -Despierta, Imanol.

Imanol no despertaba. Cogiñ un cubo lleno de agua frëa y se lo echñ encima. Imanol despertñ entre hipidos. -¿ÿQué coïos está pasando!?- gruïñ amenazador antes de darse cuenta de su precaria situaciñn-. ¿Eres tþ, Simñn?- la luz de la lámpara apenas le dejaba ver. -Së, soy yo- respondiñ Simñn divertido. -¿Qué me ha pasado? ¿Por qué estoy asë?- preguntñ, aunque para su horror intuëa la verdad. -Porque le voy a enseïar una lecciñn profesor Iza. Una lecciñn que nunca olvidará. -¿Qué coïos estás diciendo, Simñn? ÿDesátame ahora mismo! ÿEs una orden! -Creo que no la cumpliré. Recuerda: es por tu bien. Siempre he tenido vocaciñn de médico. De hacer el bien aunque tuviera que hacer daïo. -ÿÿÿSocorro!!! ÿÿÿAuxilio!!! -Deja de chillar, por favor. Me dejaste a më el diseïo de tu sñtano-bodega, ¿no lo recuerdas? ¿Por qué crees, si no, que lo iba a insonorizar?

La mirada de Imanol se poblñ de miedo y de odio. -Juro que cuando salga de esta te mataré, desgarraré tu culo hasta romper tu espalda y me mearé en tu cadáver para luego comérmelo- intentaba romper las cuerdas, pero aunque sus bëceps eran fuertes y su cuerpo era el de un hombre fornido, Simñn no habëa dejado ningþn cabo suelto.

Siguiñ gritando más amenazas acerca del culo de Simñn y su funesto fin mientras que el interesado se acercaba chistándole- odiaba los gritos. Al percatarse de que no le hacëa ni puïetero caso abofeteñ con todas sus fuerzas a Imanol, que se callñ al instante. Todo el lado derecho de su rostro se habëa enrojecido dejando la marca perfecta de la mano de Simñn. -ÿPor Dios, cuántas veces he soportado eso! ÿY qué ganas tenëa de hacer esto!- la mirada de Imanol chispeaba, pero de momento no se atreviñ a hacer nada-.Yo te amo, Imanol, pero te aconsejo que no me sigas amenazando. En tu situaciñn lo þnico que consigues es estimular mi imaginaciñn.

Imanol mirñ por primera vez completamente aterrorizado a Simñn; era su bella indiferencia lo que más le horrorizaba. -Si supieras lo guapo que estás callado… y atado.

Le dio unos cachetes en el culo que se fueron convirtiendo progresivamente en sordos azotes cuyo sonido restallñ en toda la enstancia. Imanol aullaba de dolor, pues Simñn era un hombre fuerte. Las nalgas de Imanol fueron adquiriendo un color rojo. -Esto es por todos los azotes que me has dado mientras jodëamos. Que unos cuantos no están mal, pero cuando no te puedes sentar después de follar, llegan a ser un problema. Sigue gritando, mi amor. No sabes lo que me relaja oërte gritar de rabia.

Algunos de los azotes escapaban hacia los testëculos, que pasñ a torturar, tirando de ellos y dándoles fuertes puïetazos. -Y esto por todas las veces que has estado a punto de arrancarme los huevos, todo para no chupármela. ¿Te gusta, mi amor? -ÿÿÿHijo de puta, te voy a matar!!! -Pero si acabamos de empezar, querido- e impactñ con todas sus fuerzas un buco en el estñmago de Imanol-. Además, no te voy a golpear la polla, porque yo te quiero. ¿Tþ me quieres, amor? -Te odio mariconazo- el puïetazo de Simñn le habëa dejado sin resuello. -¿Cñmo? ¿No me quieres?- le arreñ una bofetada en la boca, a resultas de la cual, el labio inferior de Imanol comenzñ a sangrar. -Hijo de puta… sácame de aquë- la respuesta fue seguida esta vez de un puïetazo en la cara, que estuvo a punto de romperle la cigoma. -¿Cñmo se dice, mi amor? Dime lo que quiero oër- amedrentado por los golpes, Imanol sñlo alcanzñ a susurrar: -Te… te… quiero, mi amor…

Simñn alargñ la mano hasta el rostro amado, pero para acariciarlo. Cuando mimaba las mejillas heridas por su propia mano, Imanol intentñ morderle salvaje, pero las ataduras lo impidieron. Una chispa de furia se encendiñ en el rostro de Simñn, que sacñ una de las sorpresas del dëa: el revñlver y apuntñ con él a Imanol: -ÿPerro malo, perro malo!- gritaba mientras le golpeaba con el revñlver-. Si vuelves a desobedecerme te volaré la tapa de los sesos.

Cuando acabñ, el rostro de Imanol tenëa varias heridas y tanto la nariz como la boca sangraban profusamente. -¿Te ha quedado claro? -Së…- balbuceñ. -Ahora te voy a besar, y si me intentas morder o no me besas, te mataré. ¿Lo has comprendido, mi amor? -Së… -¿Cñmo se dice? -Së, mi amor.

Simñn se abalanzñ sobre Imanol y le besñ tierno al principio, luego apasionado, siendo su lengua y su sed correspondidas por Imanol. -Te amo tanto- susurrñ dulce Simñn a sus oëdos. Imanol estaba horrorizado. -He creado a un monstruo. -Pobrecito- se despegñ de él-. Yo ya era asë, pero te he amado en silencio. Ahora quiero amarte a gritos. Los gritos de tu amor, que quiero oër.

Simñn dejñ el revñlver en una mesita adyacente, junto a un recipiente forrado de païo verde y se desvistiñ. Aunque Imanol intentara no mirarle, Simñn era aþn el hombre más apuesto que habëa conocido y se empalmñ nada más verle en bolas. -Vaya, vaya, para que digan que con la edad se pierde vigor- el miembro de Imanol era paralelo a la vertical.

Simñn cogiñ el miembro, pero para sorpresa de Imanol no lo retorciñ, ni lo decapitñ, sino que lo masturbñ. -¿Te gusta, mi amor? ¿Gozas? -Sëii… mi amor.

Pero entonces al ritmo de la paja abofeteñ sus testëculos hasta que Imanol chillñ de dolor. Luego tironeñ de ellos, pero la erecciñn siguiñ allë. Fue hasta la mesita, tirñ el païo verde al suelo y sacñ un anillo, que ajustñ al pene de Imanol. -Qué gordo es, y qué hermoso- suspiraba Simñn. Le dio algunos suaves pellizcos. -Siempre has tenido envidia de él, ¿verdad?- Imanol se relamëa en su sangre. -No, porque me gustaba para ti, era la guinda de la tarta. Pero ten cuidado, no te pases de listo, amor, porque he traëdo un cuchillo. Y si sigues asë, pienso cortártelo- Imanol le mirñ aterrorizado.

Simñn le acercñ el recipiente. Contenëa una gran variedad de consoladores de diferentes tamaïos y colores, e incluso una botella de la bodega de Imanol. -Estos son mis instrumentos, ¿cuál te gusta más? También está aquë tu preferido, ya sabes que a më nunca me ha ido la enologëa, pero creo que este Vega Sicilia de 1982, le va a ir muy bien a tu culo. No, no hay lubricante. Como mucho usaré un poco de salivilla. ¿No preferëas follarme en seco? Pues ahora vas a saber lo que es. -Ni se te ocurra- rechinaban sus dientes, las mandëbulas crujëan. -Dime antes por qué nunca me has dejado tocar tu culo, amor mëo. -Qué te jodan.

Simñn se encogiñ de hombros; se encaminñ con sus consoladores hasta el maduro culo. Lo volviñ a tocar y sobar una vez más, ante la cñlera de Imanol. Repasñ con la punta de sus dedos el rafe perineal y circunrodeñ los lëmites de su ano con delicadeza; involuntariamente Imanol sintiñ un espasmo en su pene, que se elevñ un poco y expulsñ unas gotas de presemen. Simñn las recogiñ y se las dio: Imanol chupñ el dedo con evidente repugnancia, pero no dijo nada. -Nos vamos entendiendo, mi amor.

Simñn se agacho para al fin acometer el beso negro, el lameteo que tanto ansiaba. Comenzñ besando el ano duro, que temblñ ante el roce de su barba, pero Imanol no podëa parar, los pelos de Simñn en esa zona tan sensible le hacëan cosquillas. Después la lengua. Imanol jamás habëa sentido algo asë. Suspirñ cuando la lengua acariciaba su entrada trasera, su intimidad más protegida, la þnica virginidad que le quedaba. Suspirñ cuando Simñn chupñ su entrada, la besñ, escupiñ en ella para que su lengua se acomodara mejor entre los vellos salpimentados. Pero a pesar del placer, era la þnica virginidad que le quedaba. Con gesto de evidente placer y risa, Imanol se tirñ un sonoro y pestilente pedo en la boca de Simñn. Éste se retirñ en silencio de la zona, ante el jolgorio de Imanol. -Le puede pasar a cualquiera, mi amor… -ÿJñdete, amor mëo! -Pero todo tiene remedio, mi amor- Imanol le mirñ intrigado.

Simñn se alejñ en la oscuridad del sñtano. -Mi þltima sorpresa, mi amor.

Venëa con la manguera que usaba Imanol para regar el jardën. -Comprendo que hay que limpiarte, y eso es lo que voy a hacer.

Acercñ un barreïo gigantesco y los situñ por debajo del potro. Cogiñ la boquilla de la manguera. Habëa escogido la más estrecha. -Tþ lo has querido, te desvirgará la manguera. -ÿNi se te ocurra! Ya hemos muchas gilipolleces. Desátame y olvidaré todo. -De aquë no va a salir el profesor Iza sin aprender bien la lecciñn. Te aconsejo por tu bien que te relajes, como si fueras a cagar, porque de hecho es lo que vas a hacer.

Enfilñ la boquilla y sin piedad empujñ en el ojete de Imanol. El maduro chillñ de dolor pero se resistëa. Simñn apretñ los dientes y empujñ más y más mientras que el otro cerraba su esfënter, siguiñ empujando hasta que de pronto notñ que cediñ el ojete de Imanol. El vasco chillñ de indignaciñn y de dolor. Simñn introdujo un poco más de manguera mientras admiraba como el esfënter del profesor se elongaba para acoger a la manguera dentro de su recto. Simñn sonriñ mientras que Imanol se desgaïitaba. -¿Ves como no era tan difëcil? ¿Ves que bien ha entrado, mi amor?- le dio unos tiernos cachetes en sus nalgas y jugaba con la manguera moviéndola, simulando una penetraciñn.

Imanol chillaba y un par de lágrimas cayeron por sus mejillas. Simñn se apresurñ a beberlas. -Qué bien saben. Vamos a hacerte un enema, por niïo malo.

Abriñ la llave. El agua tibia inundñ los intestinos de Imanol y pronto el masculino vientre se hinchñ. -¿Te has visto? Tan macho como te creëas y ahora parece que estás embarazada, ja, ja, ja, ja. Imanol habëa dejado de llorar y miraba con odio a Simñn. -Todavëa estás muy altivo, mi amor. Pero no te preocupes, con la mierda todo se irá.

Cuando estuvo a punto, Simñn cerrñ la manguera. Esperñ aþn media hora hasta sacarla. Tal y como planeaba, un torrente de agua sucia y de mierda saliñ disparado desde el ojete de Imanol hasta el barreïo. Simñn odiaba la mierda y se disponëa a limpiarlo con la manguera cuando de pronto Imanol se meñ. El chorro ambarino salëa e Imanol hacëa todo lo posible para mojar con su pis a Simñn. -ÿMuy mal hecho!- Simñn controlñ la polla rebelde y la enfilñ mediante hábil parábola reservada sñlo a aquellos que son arquitectos hacia el rostro de Imanol, al cual pronto se le acabñ la chanza-. Pero abre la boca y bébetela. ¿No te gusta jugar con meadas, perro?

El rostro de Imanol daba una idea del asco que sentëa, pero su boca pronto se abriñ y el chorro dorado mojñ su barba negra con algunas canas. -¿Tienes sed? Imanol no respondiñ. -Porque yo tengo ganas de mear. Imanol le mirñ con terror. -Ese es el rostro que busco.

Simñn dejñ la manguera y enfilñ su polla morcillona a la boca de Imanol, que la cerrñ. -Ábrela. Imanol negñ con la cabeza. Simñn cogiñ el revñlver y, sonriendo, le apuntñ. -Abre la boca, mi amor, y bebe todo lo que te doy. ¿Recuerdas todas las veces que me measte y yo no podëa corresponderte? Te va a gustar.

Imanol abriñ la boca. El pis saliñ del pene de Simñn para caer en la boca de Imanol. Al principio cerrñ los ojos, pero luego, al captar el sabor, los abriñ, y mirñ con ojos lascivos a Simñn, sñlo unas gotas mojaron la barba. -Muy bien, amor mëo. Ahora te voy a baïar y yo también- utilizñ la manguera para baïar a los dos. El cuerpo mojado de Simñn sñlo cachondeñ más a Imanol, y el cuerpo hþmedo del maestro se contorsionaba ante el frescor del agua, lo que enardeciñ a Simñn.

Simñn cogiñ de nuevo el revñlver. Lo acercñ a la cara de Imanol y rozñ con su punta los finos labios. Simñn ronroneñ de placer e Imanol se resistëa a abrir su boca. -No te resistas amor mëo a la polla de la muerte. Abre la boca.

Imanol negñ con el rostro, ya callaba, sus ojos desorbitados por el terror. -Abre la boca- presionñ el labio inferior hasta mostrar los blancos dientes-. Abre la puta boca o te rompo los dientes a hostias.

Asintiendo, con el alma en vilo y la dignidad destrozada, Imanol abriñ la boca. El revñlver entrñ. -Chþpalo- pronunciñ Simñn lleno de amor.

Imanol sentëa el sabor acerado, metálico, mientras sus labios se afanaban en chupar el caïñn y su cuello se flexionaba mientras dedicaba miradas grotescas, mezcla de terror y placer a su pupilo reconvertido en torturador. -Ya es suficiente- retirñ el revñlver de la cavidad oral.

Simñn se encaramñ sobre el potro con la pistola en una mano y el rabo duro como una piedra entre las piernas, hasta que se arrodillñ sobre el cuello de Imanol. Su polla se erectaba a escasos centëmetros de los labios de éste. -Ahora vas a aprender a dilatar tu garganta. No me vas a dar ningþn mordisquito, asë que guárdate de usar los dientes. Y vas a abrir bien tu boca para que entre toda. Pero, sobre todo, lo vas a aprender rápido, en menos de un segundo, porque me la vas a chupar, y te va a gustar, putito madurito.

Imanol abriñ las fauces. Al instante el cipote de Simñn inundñ su boca, hasta las amëgdalas, se esforzaba en violar su garganta mientras que apuntaba a la sien de Imanol con el revñlver y con la otra mano se sostenëa, agarrándose a las cuerdas. La polla rebosaba la boca de Imanol, pero a medida que fue entrando y saliendo, el maduro sintiñ un placer muy especial, un sabor þnico, el del precum de Simñn, profecëa cumplida. Se resistëa a que la polla abandonara su hogar, seguëa con su boca los movimientos, el vello pþbico de Simñn se hundëa hasta la sima de la boca de Imanol para confundirse con la barba del sexy maduro. Afianzñ sus rodillas y liberñ la mano de la cuerda; sostuvo a Imanol de las quijadas y le obligñ a comer más y más polla, aunque lo hacëa de buen grado, la lengua masajeaba el cipote y cuando la sacaba del todo, Imanol lamëa su verga, admirándose de lo rica que estaba la polla. -Ahora los cojones.

Adelantñ los huevos e Imanol los lamiñ con ansia, los chupaba y los sorbëa. -Mmmmh, papaoso, veo que aprendes con rapidez- los pelos de la tupida barba le hacëan cosquillas en su periné-. Qué ricoooo, amor mëo.

Desmontñ del potro raudo, tan rápido que no se dio cuenta de que Imanol miraba con nostalgia el chorizo que colgaba entre sus piernas. -Y ahora vamos a follarte- la þltima palabra le recordñ la pesadilla en que se hallaba sumergido. -No, por favor, haré lo que quieras, Simñn, pero por favor no me lo hagas. -Vale- los ojos de Imanol le miraron llenos de esperanza. -Está bien, tendremos una vida normal… esto me ha hecho pensar. -Pero antes, vas a cumplir lo que has dicho: 'haré lo que tþ quieras', y lo que quiero es, obviamente, follarte. -ÿÿÿNoooo!!! -Së. Ya lo creo que së. No te voy a meter tantos consoladores, no tengo tanta paciencia. De hecho sñlo te voy a meter el que es más pequeïo que mi polla, porque quiero que esta sea el plato principal. Asë, cuando te la meta, te retorcerás más.

Dicho y hecho, mientras Imanol le suplicaba Simñn escogiñ un consolador anal, de punta afilada y color rosa. -¿Te gusta? -ÿNo! -Era una pregunta retñrica. Voy a hacer de ti un hombre, mi hombre. Chþpalo.

El Imanol que hacëa unos minutos habëa chupado feliz una polla mucho mayor se cohibiñ y contemplñ al consolador con repugnancia. -Va a entrar en tu culo y no hay lubricante, tþ eliges.

Apesadumbrado, humillado, Imanol abriñ la boca obediente y Simñn metiñ el consolador en la boca, el cual fue movido unos pocos segundos. -Basta, no sea que goces.

Ahora Simñn se agachñ y volviñ a chupar el ojete del profesor. Qué rico sabëa el culo peludo, con vello negro y canoso, limpio tras el enema, siguiñ trabajando su culito un poco más con la lengua cuando chupñ uno de sus dedos y se lo metiñ. El dedo pugnñ hasta vencer la resistencia de Imanol, que tras unos segundos de lucha se derrumbñ con un rugido de dolor. -Primer nivel: el dedo.

El dedo serpenteaba por el interior de Imanol, hasta que alcanzñ la prñstata. Si bien se habëa derrumbado, Imanol pegñ un respingo al hallar esa fuente de placer y aullñ. Simñn sonriñ, sacñ el dedo antes de que gozara demasiado y para cuando se quiso dar cuenta le metiñ el consolador (después de chuparse el dedo, qué rico sabëa). -Segundo nivel: el consolador.

Lo metëa y lo sacaba, se asombraba del impacto cromático del consolador rosa hundiéndose entre las morenas nalgas con pelos negros. Imanol movëa el culo como podëa, gimiendo de placer involuntario. Repetëa entrecortado 'No quiero, no quiero', pero su culo le pedëa más y más. Sacñ el consolador y tomñ la botella. Se la enseïñ al, hipnotizado por el placer, Imanol. -Tercer nivel: la botella. Te voy a meter tu vino preferido, tu Vega Sicilia del 82 por el culo. Es del aïo en que nacë, aunque dudo de que te hayas dado cuenta de ese detalle. -No, por favor, es muy grande. -Vaya, ha aprendido educaciñn y respeto. Bravo. Tranquilo, no te la voy a meter por el culo (de la botella). Je, je. Prepárate para gozar. -Por favor, es un tesoro enolñgico, no lo entiendes- Simñn sonriñ-. O quizás, së.

El culo de Imanol ofreciñ aþn resistencia. Gritaba de dolor, no podëa aguantarlo más, los cantos de la botella le hacëan daïo en su ano virginal, pero Simñn se la metiñ hasta que hizo tope con el cuerpo de la botella. Reanudñ el mete saca, y paulatinamente Imanol reconociñ que le gustaba sentirse sometido a Simñn, que le encantaba sentirse su perro y que suspiraba por que le rompiera de una vez el culito maduro, virgen hasta ese dëa. -Oh, qué rico, ¿eh, amor mëo? -No, te odio- pero la voz del violado sonaba demasiado dulce-. Hijo de puta, me estás rompiendo todo. -No, aþn no.

Sacñ la botella. Entonces la rompiñ. Rompiñ el cuello e Imanol chillñ de cñlera: -¿ÿPero qué haces, cabrñn!? ÿHijoputa! Esa botella vale una fortuna. -Ya, por eso lo hago.

Simñn cogiñ un vaso y bebiñ. Imanol le insultaba en euzkera. -Tienes razñn, está muy bueno, lástima que no vayas a probarlo.

Regñ el contenido de la botella por el cuerpo de Imanol, incluido sus nalgas y su agujerito ya no tan secreto. -Espera, seré bueno.

Dejñ las þltimas gotas en los labios de Imanol. Este le mirñ con resentimiento, pero le agradeciñ el detalle. -Tu cuerpo parece que ha sangrado, ÿni que hubieses tenido la regla! Pero ahora vas a saber lo que es bueno. Cuarto y þltimo nivel: mi polla.

Se situñ como el maestro de ceremonias que era y agarrñ las piernas, asiendo fuerte los muslos. -No lo hagas, por favor. Olvidemos todo. -Calla y goza, zorra.

Ajustñ su polla hacia el ojete maduro. Virgen hasta ahora de pollas humanas, calientes y gordas. La polla del profesor cayñ. Imanol chillñ y sintiñ como la gorda polla le penetraba y rajaba de paso toda su dignidad, rota en pedazos por el avance de aquella polla intrusa. Simñn cerrñ los ojos pero los abriñ para averiguar el rostro de su amante. Imanol apretaba los dientes en silencio, no querëa darle el placer de chillar, pero no pudo contener las lágrimas. Por primera vez Simñn vio llorar a raudales a Imanol y sintiñ tal alegrëa que todo lo que quedaba de polla se empotrñ contra el recto de Imanol, su pubis se estrellñ contra las amplias nalgas y el muchacho se maravillñ de la calidez del culo maduro, de su estrechez. También sintiñ un lëquido caliente que le baïaba los testëculos, pegados a las nalgas maduras: era sangre que goteaba desde el ojal salpimentado, violado. -Mira, mi amor. Como todas las vërgenes, derramas sangre por tu coïo de hombre.

Proseguëa la enculada. Simñn follaba a Imanol con gran habilidad, el cuerpo joven se catapultaba hacia el maduro, los dos machos gruïëan y poco a poco Imanol se abriñ a otra existencia, sintiñ cñmo las paredes de su recto se abrëan para no volverse a cerrar más y como sus intestinos exhalaban dulces humores que le hicieron disfrutar. La experimentada polla, que habëa languidecido por la enculada, volviñse enhiesta, más dura que nunca, segregando más presemen que jamás hubiera recordado, Imanol contemplaba embelesado al hombre que le supo follar, Simñn, si más joven en edad humana, un igual en virilidad, y que le estaba sacando todo el placer que se le puede sacar a un hombre por su culo. Los ojos de Imanol languidecëan en ondas por el placer y hablñ sereno a Simñn: -Qué bien follas, mi amor, Qué rico me rompes el culo, mi cabrñn. Fñllame asë, fñllame más, haz que me corra con tu polla en mi culo.

Simñn se disparñ, abriñ más las piernas de Imanol y follándole aþn derramñ su cuerpo sobre el vientre peludo y mojado de vino hasta que su rostro, limpio y hermoso se encontrñ con el rostro hermoso y magullado de Imanol. -¿Te gusta? -Sigue, cabrñn, sigue.

Se besaban mientras la polla del joven seguëa dándole caïa al culo del maduro. El masaje en la prñstata fue demasiado para Imanol, que separando su boca de la de Simñn emitiñ un grito y se corriñ. La polla expulsñ chorros y chorros de leche, después de tanto tiempo de excitaciñn. Simñn, que sintiñ la leche de su amado torturado mojándole, se encabritñ y sacñ su polla del recto de Imanol para abalanzarse hacia la boca de este, donde se corriñ abundantemente. Imanol abrëa la boca y peleaba por meterse la polla rebosante de leche en su boca, bebëa cuanto podëa, lamëa el capullo rojo y manchado hasta dejarlo limpio, se sacudëa las gotas que quedaban en su barba para que llegaran a sus fauces. Reposado, Simñn acariciaba la calva, perlada de sudor. La polla ya estaba limpia, y habëa disminuido su calibre, pero Imanol la seguëa alabando con sus labios.

Y pensar que se habëa privado de esos placeres durante tantos aïos…

Simñn descabalgñ. Ahora volvëa a ser el chico que amaba a su amante maduro. Le quitñ el anillo de goma. Imanol le miraba expectante en silencio. Cogiñ el cuchillo y rasgñ las cuerdas. Imanol logrñ ponerse en pie. Se frotñ los miembros doloridos y examinñ las mþltiples heridas en su rostro. Su cuerpo estaba pegajoso y una pegajosa mezcolanza mezcla de vino y su propio semen le baïaba. Lo probñ. Era asquerosa, pero sabëa bien. -Y, ¿ahora qué? -Eso digo yo, ¿y ahora qué, amor mëo?- los ojos de Imanol brillaban serenos, como la calma tras la tormenta. Simñn se abalanzñ sobre el revñlver, pero Imanol fue más rápido. Tirñ el revñlver.

Simñn preparñ los puïos. Era más joven, pero ambos poseëan constituciones parecidas y sabëa hasta qué punto era fuerte. Los osos golpean duro, tanto si están crecidos, como si son cachorros. -Descansa, mi amor- susurrñ Imanol-. Acabo, no sé si de aprender una lecciñn, pero acabo de encajar un puzzle en mi cabeza. Un puzzle que empezñ el primer dëa que mi padre me pegñ una paliza y me colgñ de uno de los árboles del caserëo. Tþ eres la þltima pieza. Hay tantas cosas que tengo que contarte. -No te acerques. La gente no cambia. -Las cosas nunca volverán a ser iguales entre tþ y yo. Ya no podremos disfrutar de ese vino, nunca volveré a verte con ojos inocentes, pero… me acabas de hacer un hombre.

Imanol se acercñ y abrazñ al asustado Simñn. -No temas, mi amor. En mi caserëo te aclararé todo. Hoy te quiero más que a nadie. Hoy te comprendo más que nunca. Hoy, y para siempre, yo soy tþ.

El cachorro y el papaoso se besaron.

AUTOR: ABSALON MAIL: mabarakin@yahoo.es SI TENÉIS ALGÚN TIPO DE COMENTARIO QUE OSAR DIRIGIRME, YA SABÉIS LO QUE TENÉIS QUE HACER, SOBRE TODO SI SOIS MADUROS. UN BESO PARA TODOS. PAZ, AMOR+SEXO.

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